domingo, 16 de junio de 2013

Stoker

de Park Chan-wook. EE.UU., 2013. 98’.
15 de junio de 2013. Cines Marta, Avilés.

India Stoker ve y oye lo que está lejos y nadie puede percibir. El día en que cumple dieciocho años su padre muere en un accidente. En el funeral aparece su tío Charlie, alguien que comparte sus obsesiones y que tiene facilidad para matar.

La neurosis obsesiva de India y su parentesco con la probable psicosis de Charlie condicionan su manera de percibir el mundo. Park Chan-wook nos la muestra en esta subyugante película que por momentos recuerda la mirada de David Lynch en Terciopelo azul.  La composición de cada plano, los enfoques y desenfoques de las imágenes (y de los sonidos), la estructura de las secuencias y el papel que en ellas juega la  música nos acercan a una forma de ver el mundo (la de India y la de Chan-wook) en la que un orden inquietante y una sensibilidad obsesiva parecen presidirlo todo. Tanto, que matar llega a ser erótico (como en la escena híbrida de la ducha y el asesinato) y fascinante (como las flores ensangrentadas que abren y cierran la película). Esa insistencia por la forma en que un gesto o un encuadre componen una belleza a la que no es ajena la sangre, me hace pensar que a Park Chan-wook bien podrían gustarle los toros. Donde otros solo ven muerte, los taurinos ven arte. Como en esta película. Su atmósfera no es menos peculiar que la de Amelie, pero la mirada de Chan-wook es a la de Jean-Pierre Jeunet lo que una corrida de toros a acariciar corderitos.