martes, 4 de abril de 2017

Cantábrico

de Joaquín Gutiérrez Acha. España, 2017. 101.
4 de abril de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

Osos, lobos, armiños, ciervos, jabalíes, corzos, gatos monteses, lirones, urogallos, buitres, pitos, picos, mirlos acuáticos, halcones abejeros, perdices pardillas, pechiazules... Y también arañas, mariposas, sapos, hormigas y, por supuesto, salmones. Habitantes vertebrados e invertebrados de un cantábrico salvaje que vemos entre un invierno y un otoño.

Otra delicia para quienes disfrutamos contemplando y conociendo nuestra fauna. La más llamativa de estas tierras, como el oso o el urogallo. La que, como el lobo o el salmón,  sirve de testigo de la salud ambiental de esta península y de esta cornisa entre las montaña y el mar.  Esa que los ignorantes alimañeros que habitan en lo peor de nuestra política (rural y no tanto) usan de coartada para pedir el exterminio de cormoranes y nutrias o para justificar cacerías de una especie como el lobo que algunos quieren contraponer a la ganadería para satisfacer sus instintos masacradores. Ellos lo ignoran, pero el lobo es un lujo ambiental que tenemos el privilegio de tener en España, un país que por su biodiversidad es la envidia de Europa pero que, como nos pasa con la lengua y con tantas otras cosas, nosotros no sabemos apreciar en su inmenso valor. Las imágenes de Cantábrico son cautivadoras y de una calidad excepcional. El relato es amable y oportuno. El ritmo, marcado por las estaciones, es simplemente el natural para una película que continua el buen hacer que Joaquín Gutiérrez Acha demostró en Guadalquivir. Habrá quienes reprochen la convencionalidad del formato naturalista o de la música que acompaña a las imágenes. Yo no lo voy a hacer. Ver Cantábrico me resulta tan grato como ver Océanos o Nómadas del viento, esas películas ya clásicas del cine ambiental francés a las que nadie pondría un pero. Así que Joaquín Gutiérrez Acha no tiene que innovar nada para tenerme con seguridad entre su público si se anima a continuar la serie y aumentar su frecuencia. Propongo algunos posibles títulos: Pirineo, Duero, Tajo, Dehesa, Rías, Baleares, Canarias, Humedal, Monfragüe, Delta del Ebro, Cíes, Cabo de Gata,  Ria Formosa... Y para otra vida, para cuando la fauna de esta península ya esté bien recogida en el cine puede cruzar el Atlántico y seguir filmando en otras tierras con las que la nuestra comparte lengua y belleza.