viernes, 28 de diciembre de 2018

Tiempo después

de José Luis Cuerda. España, 2018. 95.
28 de diciembre de 2018. Cines Parqueastur, Corvera.

En 9177 algunos siguen creyendo en la revolución. Por ejemplo, un hombre que vive en las afueras del Edificio Representativo y que quiere para vender zumo de limón en una comunidad distópica, ibérica y añeja en la que hay un rey de bastos, dos peluqueros con distinta fortuna, una pareja de la guardia civil, un rústico pastor de ovejas y otros muchos personajes tan surrealistas como fascinantes.  

Tiempo después de Amanece que no es poco José Luis Cuerda lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a demostrar, aún con mayor maestría, el poder evocador de las palabras cuando trenzan filosofía, literatura, revolución, chascarrillos y lugares comunes en un sitio tan singular como ese edificio que tanto se parece a las Torres Blancas. Igual que la poesía Tiempo después es intraducible. Su guión torrencial y delicioso no se queda en la superficie de la lengua sino que explora la belleza de su calado, el sedimento que en ella van dejando los usos de las gentes. Por eso José Luis Cuerda es tan elitista y tan popular, porque sabe ser a la vez clarísimo y sutilísimo. Su cine es el de poeta ibérico provisto de cámara, un maestro de la escenografía y de la música (algún desfile me ha recordado a los de Kentridge), un español sanamente descreído y amante de nuestro propio descreimiento.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Apuntes para una película de atracos

de León Siminiani. España, 2018. 85.
27 de diciembre de 2018. Centro Niemeyer, Avilés.

León Siminiani siempre quiso filmar una película de atracos. Y el que lideró un tipo de Vallecas le ha dado la oportunidad de hacerlo. No es una película de ficción. Es la reconstrucción a dos voces de las circunstancias y las consecuencias, del mérito y el gusto que da atracar bancos desde las alcantarillas.

Hace casi seis años Siminiani vino al Niemeyer a presentarnos aquella joya titulada Mapa. En la reseña que escribí entonces la comparé con la extraordinaria Photografic Memory de Ross McElwee por la brillantez con que Siminiani sacaba partido a la más radical primera persona. Aquí también lo hace, pero su yo está ahora más matizado. Si el contexto personal de Mapa era una pasión amorosa, aquí es la primera paternidad lo que seguramente modera ese ombliguismo del yo que caractarizaba a aquel documental y que ahora deja espacio para un tú extraño pero entrañable con la figura de ese atracador que, escribiendo desde la cárcel y hablando enmascarado, casi comparte la autoría de la historia. Así que Siminiani sigue haciendo un cine magnífico. Ojalá que su próxima película no se haga esperar tanto y que el Centro Niemeyer recupere aquella magnífica costumbre de traernos a los directores para presentarlas.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Un asunto de familia

de Hirokazu Kore-Eda. Japón, 2018. 121’.
23 de diciembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.
5 de febrero de 2019. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Una familia japonesa lleva una vida modesta en una pequeña casa rodeada de edificios.  Allí viven el hombre, la mujer, la abuela, una adolescente, un niño y también otra niña más pequeña que encontraron llorando una noche. El hombre enseña al niño a robar en supermercados, la mujer se gana la vida planchando y la chica enseña su cuerpo en un tugurio. Pero todos son felices juntos. Fuera hace más frío.

Otra joya del maestro Kore-Eda. Una nueva reflexión sobre los lazos que unen a las familias verdaderas, esas que no tienen por qué ser verdaderas familias. Su nueva mirada sobre el desvalimiento humano recuerda a la que hizo inolvidable a aquel grupo de hermanos en Nadie sabe. Pero en Un asunto de familia Kore-Eda ha querido que sea multigeneracional este cálido retrato del hogar familiar como único cobijo frente a la intemperie existencial. Los planos individuales y frontales del tramo final de la película y la relevancia de esos cristales tan propicios para las confesiones (en la cárcel, en el autobús) recuerdan un poco ese tono de thriller que en cierto modo tenía El tercer asesinado. Sin embargo, en Un asunto de familia dominan los cuidados planos interiores que tanto recuerdan (como en Still Walking) al cine de Ozú. Y también esas escapadas (algunas literales) de los personajes por una ciudad que (igual que en Nadie sabe o en Milagro) no parece amable con ellos. Una ciudad en la que la protección familiar parece ser excepción asediada, como muestra ese plano cenital en el que los protagonistas apenas consiguen entrever, en medio de los edificios, los fuegos artificiales nocturnos en un cielo que les resulta ajeno y desde el que parece que nosotros los contemplamos. Y es que la caligrafía de Kore-Eda, siempre contenidísima, atiende por igual al conjunto y al detalle, al texto y al encuadre, al grupo y a cada personaje. El suyo es un cine reposado que emociona sin estridencias, que sabe contar grandes historias pequeñas con dispositivos sencillos y transparentes. Por eso es un cine magistral. Propicio para las hermenéuticas delicadas aunque tenga el mayor valor académico.

sábado, 22 de diciembre de 2018

La búsqueda de la felicidad

de Dominic Savage. Reino Unido, 2017. 101’.
22 de diciembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.

La desazón depresiva de una madre londinense la lleva a dejar a sus hijos y a su marido e irse a París.

En La herida Fernando Franco retrató como nadie el dolor más profundo con una Marián Álvarez increíble en aquel papel inolvidable. Dominic Savage está lejos de aquella maestría pero consigue que la primera parte de su historia resulte interesante. Y en gran medida porque Gemma Artenton también interpreta muy bien a esta bella ama de casa depresiva. Pero la escapada a París de su personaje (que se almibara aún más con el título que aquí se ha dado a la película) no sirve de contrapunto adecuado a la desazón inicial. Savage quizá arriesga menos de lo que debería en esa segunda parte que podría haber sido mucho más catártica.

domingo, 16 de diciembre de 2018

La noche de 12 años

de Álvaro Brechner. Uruguay, 2018. 122.
16 de diciembre de 2018. Laboral Cinemateca, Gijón.

Tres prisioneros tupamaros durante la dictadura. Y doce años terribles en los que fueron sometidos a la máxima privación sensorial. Uno de ellos era Pepe Mujica.

La opresión en estado puro. La que fuera de campo se intuye que sufrió el pueblo uruguayo y la que sentimos desde el punto de vista de unos hombres a los que se quiso privar de cualquier punto de vista. Las imágenes y el montaje son agobiantemente hipnóticos y el sonido adquiere todo el relieve que seguramente debió tener para unos cautivos que tardaron mucho tiempo en volver a ver un cielo estrellado o un paisaje abierto. Álvaro Brechner consigue situarnos durante dos horas en ese tremendo lugar psicológico en el que estuvieron durante doce años aquellos tres hombres. No sé si con La noche de 12 años llegará a tener la fama que consiguió Alan Parker con El expreso de media noche, pero desde luego bien la merece. Y no solo por haber hecho una película singularmente intensa y especialmente útil en estos tiempos desmemoriados, sino porque ha sabido sacar lo mejor de un elenco magnífico. A los extraordinarios trabajos de Antonio de la Torre en el papel de Mujica y de Chino Darín y Alfonso Tort en el de sus compañeros de cautiverio, se une el de Soledad Villamil en una escena magnífica que aporta algo de esperanza entre tanta barbarie. Y qué decir de Silvia Pérez Cruz que nos regala cuatro canciones extraordinarias (hace solo un par de semanas nos emocionaba con algunas de ellas en el memorable concierto que dio aquí con Marco Mezquida) y demuestra nuevamente que también sabe ser una actriz deliciosa. Así que La noche de 12 años es, por muchos motivos, una película sobresaliente.

jueves, 13 de diciembre de 2018

Mudar la piel

de Ana Schulz y Cristobal Fernández. España, 2018. 89.
13 de diciembre de 2018. Centro Niemeyer, Avilés.

Una película sobre Juan, un vasco que trabajó como mediador en conflictos difíciles como el de su propia tierra. Y sobre Roberto, un espía del CNI que se infiltró en la organización que Juan dirigía y acabó comprendiendo su sentido.

Mudar la piel es una película sobre la (des)lealtad entre dos hombres que llegaron a ser buenos amigos. También es un testimonio relevante sobre episodios muy oscuros de nuestra historia reciente. Y pretende ser el relato de un reencuentro que se reconoce fallido. Lo mejor, en todo caso, es la sensatez de ese Juan al que da gusto escuchar y, casi en fuera de campo, el drama de ese Roberto que parece arrepentido de aquella traición al amigo.

martes, 4 de diciembre de 2018

Un día más con vida

de Raúl de la Fuente y Damian Nenow. España, Polonia, 2017. 82.
4 de diciembre de 2018. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Ryszard Kapuściński en Ángola en los días anteriores a su independencia. Es noviembre de 1975 y él no solo ejerce de reportero comprometido. También es consciente del calado histórico del momento que está viviendo y que, en algún sentido, también protagoniza. 

Un polaco y un español dirigen una historia de animación sobre la estancia del más importante periodista polaco en un país en el que todos hablan portugués. Pero en su película todos hablan inglés (excepto los protagonistas reales de aquellos hechos que recuerdan, obviamente en portugués, lo que entonces vivieron). Y es que la anglopatía lingüística que nos asola llega a extremos tan absurdos como convertir en angloparlantes a los todos lusófonos que combatían en Angola y al periodista polaco que lo contaba. La enfermedad es grave y empiezo a pensar que este complejo angloenvidioso, más que una muestra de papanatismo, está convirtiéndose en un verdadero suicidio lingüistico que a nadie parece preocupar. A mi sí. Y es una lástima porque de lo que aquí querría hablar es únicamente de esta estupenda película cuyo contenido es tan magnífico como su forma. Lo primero es obvio tratándose de una estupenda adaptación al cine animado del libro de Kapuściński. Lo segundo también por ese espléndido maridaje entre imágenes reales, imágenes creadas con la técnica de rotoscopia (como la estupenda de Tehran Taboo de Ali Soozandeh que estuvo el año pasado en el festival de Gijón) y testimonios actuales muy interesantes de algunos de quienes los protagonizaron. Así que, ya digo, salvo por su aberración lingüística, Un día más con vida es una película muy recomendable.

El amor menos pensado

de Juan Vera. Argentina, 2018. 136’.
4 de diciembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.

Marcos y Ana acaban de despedir a su hijo que se ha ido a estudiar a España. Ellos se llevan muy bien pero al quedarse solos se replantean su relación y acaban separándose. Cada uno tendrá otras historias, pero ninguna será mejor que los veinticinco años de recuerdos y complicidades que habían compartido. 

Una estupenda opera prima con una historia muy grata sobre un matrimonio de la burguesía porteña que se hace querer. La complicidad entre los personajes y la fluidez de sus diálogos es muy notable. De hecho, Juan Vera consigue que su historia recuerde a las de Linklater, pero con la ventaja de situarla en Buenos Aires y de contar con unos actorazos con una química impresionante. Que Ricardo Darín esté soberbio en el papel de maduro delicioso es algo que no sorprenderá a nadie después de ver tantas películas que él ha convertido en magníficas. Pero El amor menos pensado no funcionaría si junto a él no estuviera también Mercedes Morán, una actriz que ya me pareció excelente en películas tan estupendas como La ciénaga, Betibú, Neruda y hace bien poco en El ángel. Así que ha sido una delicia regresar a ese Buenos Aires burgués (casi neoyorquino) con esta historia tan amable como bien contada.

domingo, 2 de diciembre de 2018

O tempo futuro

de Xoan Escudero. España, 2017. 74.
2 de diciembre de 2018. Centro Niemeyer, Avilés.

Bárbara Iglesias es una chica de Pontevedra que participa en el campeonato del mundo de bobsleigh que se celebra en Innsbruck. Lo hace con Cristina Ibaseta, una chica de Gijón con la que tiene algún desencuentro. Al final las dos quedan en duodécimo lugar.

Quizá la película le venga bien a la federación asturiana de deportes de invierno, pero no veo qué pinta en la programación de cine del Niemeyer. De hecho, ni  siquiera creo que le interese a las protagonistas que, por cierto, no salen muy bien paradas.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Madame Hyde

de Serge Bozon. Francia, 2017. 95.
29 de noviembre de 2018. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Una profesora de física tiene muy mala química con sus alumnos. Hasta que durante una tormenta sufre una descarga eléctrica que la cambiará bastante. Y no solo de día, también en esas noches de luna llena en que sale a recargarse y luego resplandece.

No me acordaba de que ya había visto otra película de Serge Bozon, así que he reincidido. La mala impresión que me dejó Tip Top no mejora nada con esta extravagante historia que si se toma en serio es muy boba y a la que le falta excentricidad para llegar a ser surrealista. Los tópicos franceses sobre las adolescencias oscuras que Cantet plasmó en su muy cuestionable La clase se hilvanan aquí con unas extrañas divagaciones sobre la profesión docente y unas bromas muy poco afortunadas sobre nazis y yihadistas. Y es que últimamente la programación cinematográfica del Niemeyer naufraga entre la repetición de películas que ya se han visto en las salas comerciales y algunas otras que lamentablemente tienen en común su escasa calidad.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Tres caras

de Jafar Panahi. Irán, 2018. 100’.
28 de noviembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.

Panahi lleva en su coche a una amiga actriz a un pueblo en las montañas. Allí buscarán a una joven que quizá se haya suicidado en una cueva. Eso es lo que parece viendo el video que en el que le pide ayuda a la actriz.

Panahi deja Teherán para filmar otra versión de su agobiante encierro. Quizá tomando como trasunto la situación de esa joven que quiere huir de un entorno que no tiene nada que ofrecerle. Con la manera de poner la cámara (en el coche o desde el coche) y con ese guión sencillo pero lleno de pistas irónicas Jafar Panahi vuelve a demostrar su capacidad para hacer buen cine en cualquier cirscuntancia. Y también lo mucho que la cámara le quiere en estas últimas películas. Así que este gran director se está convirtiendo, casi a la fuerza, en un estupendo actor en ese género de la autoficción que últimamente practica con tanta maestría.

domingo, 25 de noviembre de 2018

À l'école des philosophes

de Fernand Melgar. Suiza, 2018. 97’.
25 de noviembre de 2018. Teatro Jovellanos, 56º Festival de Cine de Gijón (sección: Rellumes). V.O.S.

En la calle de los filósofos hay un colegio de la fundación Verdeil. Allí vemos cómo trabajan con unos niños varias maestras tenaces y algunos jóvenes en prácticas. Los niños son muy diversos. Mucho más que en cualquier otro aula. De hecho, solo tienen en común que tienen discapacidades. Sus padres comparten más cosas. Sobre todo un amor infinito hacia sus hijos y una entrega extraordinaria.

Logística y deontología. Pasión y compasión. Esas son las cualidades que considero inexcusables para poder ser buen docente. En el blog de educación tengo un par de artículos con esos títulos. Sobre ellas, pero especialmente sobre la última, trata esta película a la que venía con prevenciones porque el título no me gustaba. Pero no. El título está tomado del nombre de la calle y la película nos coloca sin importunar en el centro de un aula en la que aprendemos muchas cosas. Fernand Melgar tiene un planteamiento tan realista como el de Nicolas Philibert en Ser y tener pero con intenciones bastante mejores. Por ejemplo, la de mostrarnos que la discapacidad siempre es plural y mucho más diversa que las capacidades académicas. O la de recordarnos que los niños tienen vida fuera del aula y que los que vemos en esta película tienen la fortuna de tener unos padres abnegados. Mientras veo este estupendo  documental, que ya incorporo a mi lista de películas útiles para abrir los ojos de la escuela (así titulé otro artículo que también está en el otro blog), pienso en esas juntas de evaluación en las que abundan los profesores disciplinares de deontología limitada. Personas con escasa pasión por su profesión y nula compasión hacia los menores. Gentes que, en lugar de ayudarlos, se atreven a juzgar a los padres de algunos alumnos que tienen  dificultades como las que muestra la película. Así que Fernand Melgar ha hecho una película que debería ser de visionado obligatorio. Pero no solo por los profesores apasionados y compasivos que trabajan en centros especiales. Sino por aquellos otros que no saben que sus centros no serán realmente inclusivos ni promoverán la equidad mientras sean inaccesibles para algunos seres humanos. Así que, pese a mis prevenciones, creo que el premio del público que ha recibido esta película está bien merecido. No así otros de los premios que se han dado en esta edición del festival de Gijón. Por ejemplo, el de mejor película, mejor guión y mejor actor que se lleva la que ha traído este año Hong Sang-soo (y eso que ya apuntaba ese temor al final de la reseña). Me temo que la irónica En busca del Oscar de Octavio Guerra podría servir para entender la decisión de un jurado que podría haber concedido esos premios tan injustos solo por tratarse de un director especialmente valorado en otros festivales. La película de Octavio Guerra, El zoo de Gemma Blasco, Qué tal Pascual de Bárbara Brailovsky o La casa lobo de Joaquín Cociña y Cristobal León me han gustado mucho más que las que he visto en la sección oficial. Aunque dentro de ella me quedo con La carga (alias The Load) de Ognjen Glavonic que merecería el premio a la mejor película y desde luego al mejor actor mucho más que la de la jornada nevada en un hotel coreano. También estaban bien en la sección oficial La favorita de Yorgos Lanthimos, Support de girls de Andrew Bujalski o Wildlife de Paul Dano.  En cuanto al premio a la mejor dirección me ha alegrado mucho que lo haya obtenido la chilena Dominga Sotomayor por Tarde para morir joven (aunque no debía ser compartido con Radu June por I do not care if we go down in history as barbarians). Por lo demás, el ambiente del festival ha sido más pobre que otros años con poca presencia en las calles, una gala inaugural que me ha dejado vacunado para el futuro y la ausencia total de publicaciones diarias que presenten las películas. En todo caso y como siempre ha sido un gustazo acercarme cada día hasta Gijón para ver tanto cine.

sábado, 24 de noviembre de 2018

I do not care if we go down in history as barbarians

de Radu June. Rumanía, 2018. 140’.
24 de noviembre de 2018. Cines Ocimax, 56º Festival de Cine de Gijón (sección oficial). V.O.S.

Una artista rumana prepara la conmemoración de unos hechos que sus compatriotas no deberían olvidar: el exterminio de miles de judíos antes de que los nazis empezaran el Holocausto.

Con tono de documental muy naturalista Radu June nos va mostrando el proceso de investigación (creativo e histórico) que emprende esta directora de eventos callejeros obsesionada por la amnesia de los rumanos sobre unos hechos terribles de los que sus antepasados fueron responsables. Así que los afanes de la protagonista recuerdan por momentos a la manera en que Claude Lanzmann supo hacer de sus películas testimonios históricos imprescindibles. Sin embargo, me temo que él renegaría de la manera en que Radu June ejecuta esa loable intención. Y es que a esta densa película quizá le sobran, además de unos cuantos minutos, esos momentos casi festivos que tanto contrastan con el tema tratado.

The great pretender

de Nathan Silver. EE.UU., 2018. 71’.
24 de noviembre de 2018. Cines Ocimax, 56º Festival de Cine de Gijón (sección: rellumes). V.O.S.

Mona es una directora de teatro francesa que vive en Nueva York. Allí quiere montar una obra sobre su amor con Nick, el tipo con el que acaba de romper. Y lo que montará será un buen lío con él, con la actriz y con el actor que interpretan sus personajes.  

Afectada, impostada, con fotografía eterea y guión previsible. Así es The great pretender, una historia que pretende ser muy off y muy indie, pero que acaba siendo solo muy pretenciosa. Así que el título es casi lo mejor  de esta película sobre una directora francesa bastante idiota que parece aspirar a ser americana. En fin.

Alice T.

de Radu Muntean. Rumanía, 2018. 105’.
24 de noviembre de 2018. Cines Ocimax, 56º Festival de Cine de Gijón, (sección: rellumes). V.O.S.

Alice es una adolescente insoportable. Sobre todo para su madre que primero tiene que asumir su embarazo, luego su decisión de no abortar y finalmente tiene que descubrir que lo ha hecho sin decirle nada.

Andra Guti está impresionante en el personaje de esta muchacha pelirroja de coherencia nula e impulsividad máxima. En la presentación de la película nos pidió que no juzgáramos a su personaje, pero hay que reconocer que se hace difícil, De hecho, la chica no solo le ha declarado la guerra a su madre sino que también acaba siendo una petarda en el delicioso ambiente playero al que le invita su padre. Así que el descubrimiento de esta estupenda actriz juvenil y el buen pulso narrativo de Radu Muntean nos confirman otra vez la excelente salud del cine rumano.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Yara

de Abbas Fahdel. Líbano, 2018. 100’.
23 de noviembre de 2018. Teatro Jovellanos, 56º Festival de Cine de Gijón (sección oficial). V.O.S.

Yara vive con su abuela en el hermoso valle de Qadisha, en el norte del Líbano. Allí ya casi no queda nadie. Pronto tampoco estará Elías, el chico con el que ella pasea en los días verano.

Juvenil y estival. Así es esta hermosa película de Abbas Fahdel. En el coloquio el director iraquí destacó el contraste entre el sosiego con que ha puesto la cámara en este bello entorno libanés y la dureza de Homeland (Iraq año cero), su anterior película sobre el drama de la guerra. Yara es parsimoniosa y cuenta poco, así que exasperará a quien no disfrute con la contemplación de una vida rural a punto de extinguirse, con los sonidos del verano en un hermoso valle o con la belleza (casi rohmeriana) de los paseos de una pareja que corteja (otra palabra a punto de extinguirse). Más que a los valles asturianos, como algunos señalaron en el coloquio, ese bonito entorno me ha recordado a los rincones deshabitados que tanto me gustan en el norte de Cáceres y el sur de Salamanca: Las Batuecas, Riomalo o el bonito valle del Cuerpo de Hombre que tengo tan cerca todos los veranos. Así que la manera en que Abbas Fahdel mira el paisaje no solo me resulta muy grata sino también muy próxima. Su retrato es un testimonio sobre el fin de una época. Y también sobre la intemporalidad y belleza de un amor en verano.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Viaje al cuarto de una madre

de Celia Rico. España, 2018. 90’.
22 de noviembre de 2018. Teatro Jovellanos, 56º Festival de Cine de Gijón (pase especial).

Una madre y una hija en un pueblo de España. Y la notoria ausencia de un padre fallecido al que todavía no pueden nombrar. Las dos se quieren y se cuidan. Y lo seguirán haciendo cuando la hija deje su trabajo de planchadora para irse a vivir a Londres.

Una película de interiores. Los de una casa sencilla y los de las vidas de estas dos mujeres. La contención de la historia exige mucho de unas actrices que deben estar muy atentas a los matices, a lo que se expresa sin palabras. Y hay que reconocer que Lola Dueñas y Anna Castillo lo hacen muy bien. Su trabajo destaca especialmente porque el guión de Celia Rico es excelente. Todo lo que se dice resulta absolutamente real y reconocible en esos interiores domésticos de cualquier familia española.  Viaje al cuarto de una madre es un relato pequeño magníficamente trenzado para componer una historia sencilla que evita los subrayados. Una estupenda película sobre la cotidianidad emotiva que seguramente dará bastante que hablar.

Tarde para morir joven

de Dominga Sotomayor. Chile, 2018. 110’.
22 de noviembre de 2018. Teatro Jovellanos, 56º Festival de Cine de Gijón (sección oficial).

Verano de 1990 en las montañas cercanas a Santiago de Chile. Varias familias con muchos niños y adolescentes se preparan para la Nochevieja. Serán dos días en los que estaremos con ellos e iremos contemplando sus relaciones. Las de unos adultos que acaban de salir de la dictadura y buscan en las montañas una vida más pura. Las de unos niños que buscan una perra y encuentran otra. O las de unos adolescentes apasionados que se inician en el amor.
 
En la línea de joyas chilenas, argentinas o españolas como El verano de los peces voladores de Marcela Said, La ciénaga de Lucrecia Mártel o Estiu 1993 de Carla Simón, Dominga Sotomayor nos lleva a vivir casi en presente un verano de su pasado. De aquel tiempo en que las casas y las generaciones estaban abiertas y uno contemplaba o protagonizaba esos momentos de intensidad infinita que conforme pasa la vida cada vez nos gusta más evocar. Tarde para morir joven es exigente al principio porque sitúa al espectador en medio de una comunidad en la que contempla retazos de conversaciones y relaciones que solo podrá entender si se deja llevar y asiste sin exigencias al paso del tiempo: de los minutos en la película, de las horas en aquella realidad. Y es que Dominga Sotomayor nos sitúa en ese hiperrealismo poético que hace tan magníficas las películas que citaba, pero más por lo que desvelan incidentalmente que por lo que muestran deliberadamente. Así que me parece bien merecido el premio a la mejor dirección que recibió en el festival de Locarno y muy triste que este tipo de cine magnífico que se hace en Iberoamérica tenga tan poca difusión en España.

Wildlife

de Paul Dano. EE.UU., 2018. 104’.
22 de noviembre de 2018. Teatro Jovellanos, 56º Festival de Cine de Gijón (sección oficial). V.O.S.

En los años sesenta un adolescente asiste al deterioro del matrimonio de sus padres. Primero él pierde su trabajo y decide irse de casa para hacer de bombero en un incendio en las montañas. Luego ella se dejará proteger por un hombre rico.

La atmósfera de la película me ha recordado a la de Revolutionary Road. Hay una estabilidad perfecta al inicio de la historia que será arrasada por la forma en que el padre reacciona al despido. Así que el sosegado entorno de Montana y el virulento incendio en las montañas son también metáforas del espacio biográfico en que Paul Dano sitúa a unos personajes que están magníficamente interpretados por Jake Gyllenhaal, Carey Mulligan y Ed Oxenbould. Wildlife es por tanto una película singular que puede ser vista como una propuesta independiente con actores reconocidos o como una película comercial de notable calidad.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

El zoo

de Gemma Blasco. España, 2018. 96’.
21 de noviembre de 2018. Cines Ocimax, 56º Festival de Cine de Gijón (sección: rellumes).

En la sala Beckett de Barcelona unas actrices y un actor ensayan y luego representan Captius, una obra de teatro sobre algo parecido al programa Gran Hermano. Vemos muchos momentos de conflicto entre ellos. Entre los personajes y también entre las personas.

Según nos contó en el coloquio, Gemma Blasco había sido la responsable de los audivisuales de la obra y le surgió la posibilidad de hacer esta película. El zoo es un diálogo perfecto entre el cine y el teatro. Y también una forma de mostrar la manera en que estas dos artes se relacionan con la vida a través de los actores. Las tensiones humanas que se representan en la obra se prolongan en los ensayos. Y hasta en alguna función en la que una actriz (o su personaje) tira la toalla y abandona. Una de las mayores virtudes de El zoo (y tiene muchas) es la forma en que consigue entreverar las tensiones vividas y las interpretadas de manera que el espectador deje de fijarse en si los conflictos son ficticios o reales. Porque de lo que está seguro es de que está asistiendo a una experiencia cinematográfica (y teatral) muy singular en la que no solo recorre todos los rincones de la Sala Beckett sino también muchos de los recovecos del oficio de los actores y de la relación con sus vidas. Así que El zoo es una película magnífica que si en lugar de ser Barcelonesa y en catalán fuera neoyorquina y en inglés seguramente sería muy valorada por los programadores de cine y de teatro.

La casa lobo

de Joaquín Cociña y Cristobal León. Chile, 2018. 75’.
21 de noviembre de 2018. Cines Ocimax, 56º Festival de Cine de Gijón (sección: llendes).

María es una joven que escapa de la secta en la que vivía para refugiarse en una casa que constantemente de transforma. Allí aparecen dos cerditos que ella convertirá en Ana y Pedro. Al principio formará con ellos una familia feliz, pero luego tendrá que pedir ayuda al lobo y finalmente terminará de nuevo en la secta.

Tras el corto Corre Brilla Luz Luz de Miguel Ángel Blanca y Jordi Díaz Fernández sobre un mundo sin pájaros (una idea potente con una ejecución que no lo es tanto) asistimos a la proyección de esta maravilla chilena que es a la vez un magnífico documental sobre una secta, un cuento infantil mutante para adultos y sobre todo una exploración extraordinaria sobre los límites a los que puede llegar un cine de animación que aquí podría llamarse de texturización. Las transformaciones en los objetos y las paredes de la casa acompañadas por un sonido cuidadísimo y una voz con un acento cautivador en el que la calidez chilena se funde con la aspereza del alemán hacen de La casa lobo una joya que uno no sabe si está viendo en una sala de proyecciones de un festival de cine o en la de un museo de arte contemporáneo que ha acertado al exponer el trabajo de estos artistas polifacéticos. El poder de las imágenes es hipnótico y se pasa en un suspiro la hora y pico de este aparente plano secuencia artesano y perfecto. El relato está contado como un cuento infantil algo gore, pero el conjunto (también con el preámbulo y la imagen del epílogo sobre la secta chileno-alemana que motiva la película) es mucho más que una sucesión de imágenes extraordinarias. Es un trabajo que merece todos los premios que reciba. Y no solo por su excelencia técnica.

La profesora de parvulario

de Sara Colangelo. EE.UU., 2018. 96’.
21 de noviembre de 2018. Cines Yelmo, 56º Festival de Cine de Gijón (sección oficial). V.O.S.

Una profesora de parvulario tiene un alumno poeta. Se trata de un pequeño de cinco años que de vez en cuando dice "tengo un poema" igual que otros dicen "tengo pis". Cuando eso sucede ella tiene que darse prisa con el papel y el bolígrafo porque al niño los poemas se le escapan. Ella también va por las tardes a un taller literario en el que lee algunos de los poemas del niño como si fueran suyos. Parece que solo ella se da cuenta de que el niño es un Mozart de las palabras y quiere que no se eche a perder su talento.

No había visto la película israelí de Navad Lapid de la que esta es la versión americana, pero me parece fácil que la original fuera bastante mejor. Entiendo que con la música o las matemáticas pueda haber precocidades notables, pero cuando lo que se usa es lenguaje no me creo la idea de un poeta adulto en un cuerpo de niño (salvo que la película coqueteara -y no es el caso- con lo surrealista o lo paranormal). El drama de la madre que advierte impotente la banalidad del criterio de sus hijos adolescentes podría ser un buen eje conductor de la historia. Pero la obsesión por proteger a ese niño al que de repente le vienen poemas como a otros de su edad las ganas de hacer caca, no me parece la mejor base para la película. La profesora de parvulario está en la sección oficial, pero me parece evidente que no se llevará nada.