domingo, 11 de marzo de 2018

Corazón puro

de Roberto de Paolis. Italia, 2017. 115’.
11 de marzo de 2018. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Agnese es una adolescente católica que está pensando en hacer voto de castidad. Hasta que conoce a Stefano, un joven algo mayor que trabaja como vigilante en un aparcamiento. La madre de ella está muy comprometida con la parroquia. Los padres de él acaban de perder su casa. Así que los mundos de Agnese y Stefano son muy distintos. Pero ellos se aman.

No sé si Corazón puro podrá considerarse como una película católica o para católicos pero desde luego no defraudará a cualquiera que tenga interés por el catolicismo. O simplemente por el buen cine. La película de Roberto de Paolis no trata, como parece, de la virginidad. Trata del amor y del perdón. De hecho, se abre y se cierra con dos magníficas escenas simétricas en las que Stefano (ese trasunto de Jesucristo para Agnese) corre, alcanza y perdona. Sobre ese tema, el cura catequista que encandila a la chica (magníficamente interpretada por Selene Caramazza) hace una analogía estupenda en la que compara al Dios del catolicismo con el GPS: no reprocha ni castiga a quien se sale del camino sino que recalcula su ruta, le guía y siempre le perdona. El problema de Agnese es que se ve tan atraída por ese futuro perfecto que el voto de castidad le promete como por el amor en presente continuo que Stefano le ofrece. Así que, sabiendo que Dios siempre perdona, decide vivir intensamente ese amor inmediato. En su sorprendente opera prima, Roberto de Paolis consigue centrar nuestro interés durante la mayor parte de la película en la adolescente y en las tensiones que vive con su madre, pero al final el personaje de Stefano resulta muy relevante en esta historia sobre el amor y el perdón en la que tampoco es secundaria la forma en que en Italia se ejerce (o no) la compasión y la caridad con los que llegan de fuera y con los que las necesitan allí. Todo eso lo muestra Roberto de Paolis con un naturalismo perfecto (impagable la escena de la comida de Stefano con sus padres tras el enfado) que recuerda la manera en que saben poner la cámara directores como Jaime Rosales o Stéphane Brizé. Nada menos.